domingo, 15 de enero de 2012

El lenguaje de la música, III. Conceptual y Figurativo

El lenguaje de la música, como todo lenguaje, “imita a la naturaleza”, es decir, representa o significa a las (propiedades auténticas de) las cosas. Pero ¿cómo lo hace? ¿Qué especifica al lenguaje artístico, musical por ejemplo? ¿En qué se diferencia del lenguaje “verbal”?

Aquí mi hipótesis vuelve a ser la recuperación de una viejísima tesis (y que creo que es mayoritariamente compartida por los expertos en estética): el lenguaje, decía, es, en general, estructura, organización, síntesis de forma (lógica, sintaxis) y materia (“semántica”), de identidad y pluralidad; pero el lenguaje verbal es conceptual y el lenguaje estético es figurativo. Se trata de definir y contrastar lo mejor posible lo Conceptual y lo Figurativo. En añejos términos gnoseológico-psicológicos, esto equivale a la distinción entre Entendimiento e Imaginación.

Unas precisiones terminológicas, antes de nada:

     - En la noción de Conceptual incluyo no solo lo que se entiende específicamente por concepto (como opuesto a juicio, teoría, etc.) sino todo lo que forma parte del ámbito de la teoría. El elemento atómico del ámbito conceptual es el término o concepto, y el elemento completo, holístico, es la teoría (el conjunto –o, más bien, sistema u orden- de todas las teorías).
      - En la noción de Figurativo incluyo todo aquello que es elemento de la Imaginación o Fantasía. Aunque los términos “imagen”, “fantasma”, remiten al campo semántico de lo visual, hay que entenderlo como aplicable, no metafóricamente, sino literalmente, a cualquier campo sensitivo (imágenes acústicas, fantasías acústicas) e incluso a un campo abstracto figurativo (algo así como las condiciones de posibilidad de toda figuración).

Pero ¿qué es una figura, por oposición a un concepto? Es muy difícil, no ya definir, sino aclarar estos conceptos. Son constitutivos de lo que pensamos y decimos en todo momento, pero, pese a eso y por eso, como le pasaba a Agustín con el tiempo, tenemos de ellos un concepto menos claro y explícito de lo que querríamos (son nuestros impensados, tarea de la filosofía).

Todos podemos ver la diferencia entre entender el concepto de triángulo, de viento o de justicia, e imaginar una figura triangular, una figuración (acústica, por ejemplo) del viento o una figuración de la justicia. Aunque la imaginación siempre acompaña a nuestra actividad cognitiva más abstracta (como las ilustraciones de los libros al texto) y nos ayudan mucho a entenderlo (hasta el punto de que pensadores como Berkeley, Hume y otros, llegaron a confundir una cosa con la otra), los conceptos son, realmente, inimaginables. No podemos, literalmente, imaginar una línea matemática, que es algo inextenso e incoloro. No podemos, literalmente, imaginar las nociones de Justicia, Verdad, Amor, etc. No podemos imaginar ningún concepto en cuanto tal. Un concepto y una imagen son dos cosas completamente diferentes, aunque tan correlativas quizás como alma y cuerpo.

Ciertas maneras en que suelo pensar esto, resultarán, seguramente, poco inteligibles, pero tengo que decirlas: si tanto un concepto como una figura son entidades complejas, síntesis de elementos, principalmente de dos elementos (la unidad del todo, y las partes del todo) entonces se puede decir que las partes de una figura guardan entre sí una relación “extensa” o material, es decir, que son heterogéneas en un mismo espacio de homogeneidad, mientras que las partes de un concepto tienen entre sí relaciones formales o intensionales.
Una manera más tangible de decirlo es esta: todo lo imaginable es, por muy orgánico que sea, “cuerpo” (visual, acústico… incluso abstracto, pero cuerpo), es decir, un todo formado por partes extensas. En cambio, lo conceptual es “incorpóreo”, irrepresentable mediante una figura formada por partes extensas. El todo de una figura es (por usar términos de los teóricos sistémicos) un todo “posterior a las partes”, en el sentido de que las partes son exactamente igual de figurables sin el todo. En cambio, lo conceptual, que es irrepresentable por medio de la imaginación, no puede ser concebido como “cuerpo” o extensión, y el todo es un todo anterior a las partes, intensional, donde las partes no son concebibles igual sin el todo. Esto significa que la articulación de lo conceptual es más abstracta y a la vez esencial o ideal que la de lo figurativo.

A esta diferencia es a la que se alude, erróneamente, cuando se dice que el lenguaje “verbal” (es decir, conceptual) es “convencional”, es decir, que no guarda una relación figurativa con su significado, mientras que el lenguaje figurativo (o “icónico”) es más “natural”, porque guarda una relación de semejanza con su significado. Así, un jeroglífico estaría a medio camino entre una representación “natural” y una “convencional”. Esta manera de entender las cosas es propia, obviamente, del naturalismo filosófico (y también del de andar por casa), para el que lo no figurable corpóreamente es convencional, artificial, ficticio.
La verdad, a mi parecer, es lo siguiente: el lenguaje figurativo representa a las cosas, como solo puede hacerlo, mediante imágenes, mediante representaciones corporeiformes. Por supuesto, esto es más posible cuando se trata de representar fenómenos naturales (figurar plásticamente un paisaje, o figurar acústicamente el canto de un pájaro o el sonido del viento), pero se vuelve manifiestamente imposible cuando se trata de representar nociones abstractas o ideales (en la matemática, y más aún en la lógica y en la metafísica, pero también en la ética y la estética, en cuanto a su parte ideal). Por tanto, el lenguaje figurativo solo es más “natural” si entendemos 'natural' en el sentido físico. Pero lo opuesto a eso no es lo convencional: lo opuesto a eso es lo ideal. El lenguaje “verbal” no es menos natural, o más artificial, sino más ideal.

De todo eso se puede deducir la virtud y los límites del lenguaje artístico, musical por ejemplo. El lenguaje figurativo, si lo anterior es cierto, tiene un mayor poder expresivo para todo lo que está más “cerca” de los fenómenos naturales y psicológicos más contingentes, mientras que solo con mucho trabajo de sublimación y analogía es capaz (pero este es el reto del artista) de expresar ideas muy universales y esenciales.
El lenguaje conceptual o “verbal”, en cambio, expresa más toscamente lo material-natural, pues se ha ido formando mediante la abstracción de todo lo figurativo. Pero precisamente por eso es capaz de expresar mejor lo abstracto.
Por ejemplo, es capaz de expresar fácilmente estructuras teóricas, es decir, meta-representacionales. En el seno del lenguaje figurativo es prácticamente imposible (si no del todo) expresar el suficiente metalenguaje como para tener “teoría”: aserciones lógicas, demostraciones…
Esto suele interpretarse como que el lenguaje figurativo o artístico es incapaz de la verdad. Sería más correcto decir que el lenguaje figurativo trata la verdad (y la argumentación) de forma implícita. Solo una interpretación en un lenguaje no figurativo, conceptual, verbal, puede explicitar la teoría veritativa implícita en la imagen. Por eso se ha dicho que una imagen necesita ser interpretada. Por eso dijo Platón que el arte es imitación de imitación.

El lenguaje artístico o figurativo, lo cubre todo, como el lenguaje conceptual o “verbal”, pero cubre mejor lo que es más intrínsecamente figurativo o corporeiforme, y con más dificultad lo que es más ideal e incorporeizable.

En un interesante artículo, Paul Boghossian, tras rechazar con toda la razón cualquier explicación psicológica y naturalista del significado musical (porque, dice, no salvan lo importante: la racionalidad de las emociones estéticas), y la teoría metafórica de Scruton, explica el significado en la música como: “Un pasaje P es expresivo de E en el caso de que P suena en la manera en que una persona suena cuando expresa vocalmente E, o suena en la manera en que una persona se manifestaría si expresase gestualmente E”. Estirando esto lo suficiente, me parece un camino correcto.

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